miércoles, 29 de julio de 2009

Raquel - ¿Qué es la miastenia gravis?

En este apartado quiero explicar lo que es la miastenia gravis para mí y cómo la he vivido desde que se instaló en mi cuerpo provocando cambios enormes en mi vida y en la de todos los que me rodean.

La miastenia gravis es una enfermedad autoinmune, esto significa que es el propio sistema inmunitario el que "ataca" los transmisores neuromusculares impidiendo el correcto flujo de información entre los nervios y los músculos. Su consecuencia es la dificultad o imposibilidad de mover algunos músculos del cuerpo y además se expresa con una falta de vitalidad grande de modo que la realización de actividades físicas supone un esfuerzo muy grande en la persona.

El abanico de personas que manifiestan la enfermedad es muy variado. Las hay que sólo tienen afectados los músculos oculares, otras tienen dificultades para hablar o sonreír, otras tienen afectadas las manos o las piernas y no pueden realizar actividades sencillas como peinarse con normalidad. Otras tienen miastenia gravis generalizada, lo que significa que tienen afectados la mayor parte de los músculos exteriores de su cuerpo, y en crisis agudas no pueden levantarse o vestirse o andar. A veces algunas personas, que tienen afectados los músculos de la respiración necesitan ayuda para respirar en algunas ocasiones. Todas las personas que conozco con miastenia gravis manifiestan un cansancio agudo, una falta de energía a la hora de hacer actividades físicas que pueden llegar a ser muy pequeñas. Todas las debilidades musculares pueden manifestarse de diferente manera a lo largo del día, o por periodos de tiempo, y todas pueden mejorar con el descanso de la persona.

Desde el punto de vista médico no se conoce su origen, y como es una enfermedad de muy baja incidencia en la población se clasifica como "rara".Tampoco desde el punto de vista médico se conoce un tratamiento de cura, por eso también se ha clasificado de crónica, aunque hay medicinas que ayudan a suavizar los síntomas. A lo largo de la vida del paciente puede haber periodos mejores y otros en los que se manifieste con mayor intensidad. También se ha visto que algunas pocas personas se curan "espontáneamente", aunque no se ha estudiado cuales son los factores que puedan influir en estas recuperaciones.

Como todas las enfermedades raras disminuyen la calidad de vida del paciente y acortan su esperanza de vida. Como todas ellas no resultan rentables a la industria médica y farmaceútica que no invierte recursos suficientes en investigación para la mejora de estas personas. Muchos profesionales médicos no conocen bien la miastenia gravis ni cuál puede ser su impacto en la vida de una persona tanto físicamente como emocionalmente. En mi caso la primera información que recibí de cómo es la miastenia y cómo afectaría a mi vida fue muy equivocada y muy poco precisa. Por ejemplo se me dijo que es una enfermedad degenerativa y no lo es. En este campo las asociaciones de enfermos cubren muy bien estas lagunas de información y asesoramiento psicológico e incluso legal, que las personas que las sufren necesitan. Animo a todas las personas que padecen miastenia gravis que se hagan socios de AMES (Asociación de Miastenia gravis de España). A mi personalmente me costó mucho dar este paso, porque psicológicamente no quería aceptar mi pertenencia a este grupo. Pero cuando lo hice me he alegrado mucho y ahora la asociación es un apoyo importante de mi vida.

Desde el punto de vista de la medicina oriental la enfermedad es un aviso de nuestro cuerpo que nos advierte que algo no funciona bien en nuestro estilo de vida, que engloba nuestros cuerpos físico, mental y emocional, y no es un fallo casual de funcionamiento del cuerpo. Es el intento del cuerpo de seguir funcionando en unas condiciones que no son las adecuadas. En este sentido es la amiga que necesitamos para rectificar nuestro camino, pues ella nos va a ir indicando la dirección a seguir en cada caso.

En el caso de mi miastenia siempre me llamó la atención el hecho de que fuese una enfermedad autoinmune. Esto es, no es algo que desequilibra al cuerpo desde afuera, no es un virus o algo así, es el cuerpo, que confundido empieza a agredirse a si mismo. Es en cierto sentido una confusión de límites, el sistema inmunitario empieza a confundir qué es lo extraño al cuerpo, aquello de lo que hay que defenderlo, de lo propio. He reflexionado mucho sobre este punto en mi caso particular y me he hecho muchas veces la siguiente pregunta. Si el cuerpo confundido se autoagrede, ¿en qué ocasiones en la vida cotidiana me he autoagredido yo misma? ¿no será que el cuerpo empieza a hacer dentro lo que tantas veces elijo yo hacer desde afuera?. Muchas veces en mi vida me autoagredí, diciendo que si cuando lo que quería era decir que no, eligiendo una carrera universitaria porque "es el futuro" pero siendo una profesión que nunca me gustó y que no elegí con el corazón, cubriendo mis necesidades afectivas con adicciones a la comida, eligiendo parejas que no me quisieron, intentando agradar a todos sin preocuparme primero de agradarme a mi misma. También nuestra sociedad moderna actual promueve valores de autoagresión que sin darnos cuenta adoptamos desde muy temprano, como la competitividad y la eficiencia por encima de los límites humanos propios de cada uno. El rendimiento es lo que cuenta, el número de carreras universitarias que tienes, el número de idiomas que hablas, el número de euros en tu cuenta corriente. Y no hay que olvidar la comida moderna, que está tan desconectada de la naturaleza, y es en cierto modo una forma de autoagresión aceptada por la sociedad. En los últimos años antes de mi miastenia, mi vida estaba llena de estrés. Trabajaba 8 horas mínimo, además estudiaba oposiciones e idiomas, dormía poco, comía "rápido" sin cocinar, en fin una vida moderna de una chica moderna, joven y con ambiciones, como muchas otras.

Y cuando la miastenia llegó me paró en seco, me sometió a la prueba más dura de toda mi vida (a mí y a todos mis familiares) me hizo estar peleada con ella mucho tiempo y tardé en aceptarla. Ahora comprendo que ha sido ella la que ha dado un giro tan grande a mi vida, en todos los sentidos. Me ha enseñado a valorar las pequeñas cosas, a disfrutar de lo cotidiano. Que la vida tiene un lado muy vulnerable, que pasa rápido y hay que centrarse en las cosas realmente importantes. Que ir de tiendas y gastar mucho dinero en las cosas materiales no vale la pena. Me ha enseñado a resolver mis conflictos antiguos con mis seres queridos. A querer a las personas con sus defectos y sus virtudes. Me ha enseñado que la salud empieza por todas las pequeñas decisiones que tenemos que hacer cada día, como el tiempo que dedicamos al trabajo y al ocio, a la ternura y la contemplación, el tiempo que dedicamos a cocinar con amor los alimentos que se convertirán en nuestra sangre y la de nuestra familia creando su salud. Me ha enseñado el valor del silencio cuando me aisló casi por completo. Me ha enseñado también a escuchar mi interior. Me ha enseñado que el amor cura, cuando lo recibes y cuando lo das. Y Ahora que estoy aprendiendo a quererme un poco más ya no necesita chillar tan fuerte, y sus síntomas son cada vez más suaves, aunque aún no se haya ido del todo.

Esta es la cara amable de mi enfermedad, es la cara amable que yo me he atrevido a descubrir, por mi bien y el de todas las personas que me quieren y buscan mi felicidad. Es la cara bonita detrás de la fea, porque la miastenia también me ha enseñado eso, que no hay malo del todo, que puede crecer una flor de un montón de estiércol. Esto es lo que me gustaría ayudar a descubrir a otras personas, para que puedan llevar sus vidas más dignamente, y puedan ser más felices dentro de sus circunstancias.

domingo, 26 de julio de 2009

Raquel - vida actual y tratamientos.

En este capítulo de mi historia quiero comentar cómo es mi vida actual, cuáles han sido los tratamientos que he seguido en estos cuatro años (desde que tuve diagnóstico) y cómo ha contribuido cada uno de ellos a mi mejoría. Como todos estos tratamientos los he practicado a la vez me resulta muy difícil separar los efectos concretos de cada uno de ellos y en mi opinión mi mejoría se debe al conjunto de todos.

Antes de comenzar quiero decir que mi mejoría ha sido tan increíble, tan espectacular que cada día doy gracias por ello. Mi estado actual de salud me permite realizar actividades que para mi hubiesen sido imposibles un tiempo atrás. Por eso quiero mandar desde aquí un mensaje de ánimo a todas las personas que padecen miastenia gravis, porque desde mi experiencia puedo decir que es posible mejorar. Mi situación actual es la siguiente:

  • En el último año no he sentido la debilidad muscular en los brazos o las piernas, ahora mis síntomas se localizan sólo en la zona de la cara y la garganta. Mi cara se ha vuelto más expresiva y ahora puedo sonreír y ¡reír!! (con sonido de risa y carcajada). Mis ojos no han vuelto a tener la visión doble y ahora puedo cerrarlos y abrirlos con normalidad. La mayoría del tiempo la expresión de mi cara no es extraña ni asimétrica. Es cierto que aún mi sonrisa no es tan grande como lo era antes y a veces me cuesta trabajo sonreír pero al menos puedo hacerlo y eso es estupendo para mí.
  • Ahora puedo comer, masticar y tragar con normalidad. También puedo hablar bien la mayor parte del tiempo en mi vida cotidiana (y a veces por ratos largos), si bien es cierto que aún no puedo hablar como en una clase, sin sentir el cansancio de los músculos de mi garganta, por lo que aún no he podido incorporarme de nuevo a mi actividad como docente, que es algo que me haría mucha ilusión. Todas estas mejoras me han permitido recuperar mi vida social, que había quedado totalmente muerta.
  • Mi vitalidad ha mejorado enormemente. Si bien aún no es la vitalidad de una persona con salud puedo llevar una vida independiente en mi casa con mi marido y encargarme de algunas actividades domésticas como ir a la compra o cocinar. Como puedo coger cosas con las manos y también caminar, disfruto de estas pequeñas actividades cotidianas. También me gusta hacer algo de ejercicio así que procuro dar un paseo diario y a veces monto en bicicleta. A veces siento bajones de vitalidad pero no son tan grandes como antes.

Es importante destacar que los síntomas de mi miastenia gravis se manifiestan de manera irregular. Se acrecientan por ejemplo por la falta de descanso, por el estrés, o por las estaciones del año (en mi caso me afecta muy negativamente el frío y la humedad. También la primavera es una "mala estación" para mí). Y todo este proceso de mejoría no se ha dado de manera lineal, sino con rachas de estar mejor y rachas de estar peor que se van sucediendo continuamente. Pero es cierto que las rachas de estar mejor cada vez son más largas y de mejor calidad que antes. Por eso he organizado mi vida cotidiana para ayudar a mi cuerpo lo máximo posible: con horarios regulares de descanso y de comidas, que incluyen una siesta diaria y otras consideraciones que detallo en el punto posterior de "estilo de vida".

A continuación enumero las terapias que tanto me han ayudado a mejorar, y que me mantienen con calidad de vida, con la esperanza de que puedan servir de inspiración a otras personas que estén en la búsqueda de mejorar su calidad de vida:

MEDICINAS: el tratamiento con mestinón me ayuda a suavizar los síntomas que padezco, haciendo más llevadero el camino. Considero que es muy valioso hacer uso de todo lo bueno que la medicina occidental nos puede ofrecer. Pero es importante destacar aquí que no es una medicina que cure o recupere la enfermedad, es sólo sintomático.

MACROBIÓTICA: la alimentación es la base de nuestra estructura biológica. De ella depende directamente la calidad de nuestra sangre y el aporte adecuado de todos los nutrientes que el cuerpo necesita para funcionar correctamente. La idea de una alimentación saludable en el marco de la alimentación moderna practicada por nuestra sociedad del siglo XXI, está completamente desconectada de la naturaleza y es muy distinta a la alimentación que ha seguido nuestra especie a lo largo de su historia. Es muy confusa la idea de nutrición adecuada que tenemos en nuestra sociedad y está muy contaminada por los intereses económicos.

Antes de encontrar a la persona que realmente me ha ayudado en esta dirección estuve casi un año en tratamiento con otras dos que no supieron orientarme correctamente con mi caso. Francisco Varatojo, director del Instituto Macrobiótico de Portugal, asesor macrobiótico con más de 30 años de experiencia en la recuperación de la salud a través de la macrobiótica, es la persona que me ha orientado en este camino que aún estoy transitando. Hice una etapa depurativa (con una dieta muy muy cuidada y más estricta) durante 9 meses, una dieta de transición que duró otro año y medio y ahora practico una alimentación macrobiótica estándar y abierta (¡y deliciosa!). Tardé más de 8 meses en empezar a sentir la mejora de mi condición. Es todo muy despacito pero con el tiempo me voy dando cuenta de que lo ganado es mucho.¿Sabíais que cada 4 meses se renueva completamente nuestra sangre? ¿o que cada 18-36 meses cambia la musculatura profunda y el sistema nervioso periférico? ¿y que cada 3-5 años se renuevan todas las células de nuestros órganos? ¿sabíais que cada 7 años se renueva completamente nuestro sistema nervioso central incluido nuestro cerebro? Nuestro cuerpo está continuamente renovándose y si le damos las condiciones de nutrición adecuadas le permitiremos recolocar y limpiar lo que estaba estancado, lo que ya no funcionaba o tenía problemas. La alimentación es una poderosísima herramienta para la salud que tenemos al alcance de nuestra mano.

Al principio el cambio de alimentación me resultó muy duro. Sobre todo porque lo hice de golpe, de un día para otro, y sin saber cocinar correctamente. Mi madre cocinó para mí en esta etapa y yo leía libros de recetas buscando aquéllas que pudiera comer. Tuve que practicar una dieta curativa por nueve meses, lo que significa que la comida era muy simple. Tuve que hacer una dieta con muy poco aceite por un tiempo, para ayudar al cuerpo a depurar y tenía mucha ansiedad por la comida. En mi casa desapareció de la despensa todo aquello que yo no podía comer para evitar tentaciones. Me costó superar la adicción que produce el azúcar y los productos blancos refinados (como el pan, el arroz blanco, la pasta blanca). Echaba de menos todas las cosas que tenía costumbre comer: galletas, dulces, chocolate, pollo, tortilla, jamón, huevos... Y poco a poco mi paladar se fue haciendo a los sabores más naturales, como el dulce de las verduras o los cereales, las mermeladas de fruta ¡sin azúcar!, las legumbres!! Al cabo de un tiempo empecé a disfrutar tanto de la comida, a sentirme tan bien emocionalmente, que no me podía creer el tesoro que estaba descubriendo. Mi cuerpo se hizo más sensible a todo, empecé a tener más intuición y empecé a sentir los efectos energéticos de los alimentos y sus estilos de cocción. ¡Qué increíble descubrimiento! contaré algo como ejemplo. Antes de practicar esta dieta nunca comía verduras de raíz y cuando descubrí sus efectos pude sentir que me concentraba con facilidad, que me resultaba sencillo organizarme y enfocarme en mejorar mi salud, me sentía enraizada con la vida y con la naturaleza. Todo esto que sentí en mi experiencia lo leí más tarde en libros de macrobiótica ¡son las cualidades energéticas de las raíces! Sentí mucho agradecimiento por todo esto.

Mi madre y yo decidimos estudiar macrobiótica y medicina oriental en una escuela de Madrid llamada "Escuela de Vida". Ella luego terminó su formación en Lisboa, en el Instituto Macrobiótico de Portugal. Necesitábamos saber para poder cuidarme mejor. A Madrid íbamos un fin de semana al mes a las clases y poco a poco fuimos comprendiendo el por qué de cada uno de los matices de mi tratamiento. Todo iba cobrando sentido. Esto nos ayudó mucho, también a mejorar el gusto de las comidas porque teníamos clases prácticas de cocina. El primero de los tres cursos fue el más duro porque mi salud estaba muy mal. Adelgacé muchísimo y me sentía muy débil, casi no podía hablar ni comer. Me daba mucha vergüenza estar con otras personas porque mi comunicación era muy limitada. De todas formas lo hicimos, porque nos llenaba de ánimos para seguir el resto del mes. Allí conocimos a Paquita, una profesora de cocina que se recuperó de una esclerosis múltiple avanzanda con un tratamiento de macrobiótica, y a Agurtzane, que se recuperó de un cáncer de mama sólo con un tratamiento de macrobiótica, y a otras personas que también nos contaron su historia.

Como podéis imaginar he tenido que adaptar mi vida social a mis nuevas condiciones. Por un lado al principio mi vitalidad era tan escasa que un simple paseo de 15 min me dejaba exhausta, o había días enteros que no podía hablar y por el otro no podía comer nada fuera de casa. Así que por un tiempo deje de ver a los amigos, hasta que empecé a estar mejor. Ahora mis amigos saben qué cosas puedo y no puedo hacer, y son ellos los que se adaptan a mis condiciones y no al revés. Me costó mucho entender y practicar esto. Por ejemplo ahora nunca salgo de noche, porque suelo encontrarme cansada al final del día y porque mi cuerpo no es capaz de adaptarse a cambios de horarios como una persona con salud. Por la noche a veces me cuesta hablar. Así que ahora si quiero ver a los amigos hacemos reuniones como salidas por el parque, o picnics, o paseos por el campo o ir al cine por la tarde, cositas así.

Después de tres años practicando la dieta macrobiótica ya casi nunca tengo antojos por la comida que hacía antes. A veces pruebo las cosas que me llaman la atención por ejemplo un poquito de helado, o un poquito de tortilla de patatas, pero casi nunca me saben ricas. Mi paladar se ha vuelto muy sensible a la calidad de los ingredientes de los alimentos. Por ejemplo el azúcar blanco me sabe muy artificial (¡y es que realmente lo es!), y los aceites que no son de primera calidad tampoco me gustan. Mi comida macrobiótica me resulta deliciosa y me sienta fenomenal, por eso ahora practicar esta dieta es muy sencillo para mí. Esto es normal, y es lo que le sucede a todas las personas que persisten por un tiempo en esta alimentación.

Es mi ilusión de futuro poder trabajar ayudando a otras personas a mejorar su calidad de vida a través de la macrobiótica. Ha sido un tesoro tan grande en mi vida que me siento de alguna manera en deuda. Aunque ahora no puedo ejercer mi profesión de profesora de secundaria, que tanto me gusta, me hace feliz poder colaborar con la asociación sin ánimo de lucro llamada "La Crisálida, Instituto Macrobiótico", que se dedica ha promover unos hábitos saludables de alimentación dentro de esta filosofía. Colaboro escribiendo parte de su página (esta página) en internet, cuando puedo. Realizar esta actividad me hace sentir útil y me da una importante motivación en mi vida. Yo era una mujer muy activa antes de mi miastenia y para mí es un reto muy importante realizar alguna labor de cara a la sociedad, aunque sólo sea escribir en una página web de vez en cuando. A través del blog muchas personas me han dado las gracias por la información publicada, o nos han contado sus historias y esto le da un nuevo sentido a mi vida, que había quedado tan parada.


ACUPUNTURA: tanto la macrobiótica como la acupuntura tienen su origen en la antigua medicina oriental. Esta medicina ha sido practicada por miles de años en oriente con excelentes resultados en enfermedades crónicas. Ambas son terapias que trabajan con la energía sutil del cuerpo. La acupuntura trabaja sobre nuestros canales energéticos, haciendo uso de unas pequeñas agujas que excitan ciertos puntos en nuestro cuerpo, y que ayudan a equilibrar el correcto flujo de energía por nuestros circuitos principales.

La acupuntura ayuda a restaurar la energía que los órganos necesitan para funcionar y proporciona al paciente unas mejores condiciones internas. En este sentido es una terapia que trabaja la raíz de los problemas y no está tan enfocada en hacer disminuir los síntomas.

En mi caso asisto a un tratamiento de acupuntura de tres sesiones semanales, desde hace casi tres años. Con resultados para mí increíbles, por ejemplo me ayuda a tener un mayor nivel de vitalidad y cuando he tenido bajones grandes me ha ayudado a aumentarla, también cuando algunos músculos han dejado de moverse consigue volverlos a activar. Además siento que está ayudando a facilitar cambios más profundos en mi vida, en la forma de afrontar los problemas o a controlar mis emociones de miedo o preocupación. La acupuntura además es una terapia sin ningún efecto secundario y puede aplicarse en paralelo con medicación u otras terapias.

MEDITACIÓN: La meditación ayuda a equilibrar el espíritu permitiendo una mejor conexión de la persona con su verdadero ser. Una hora de meditación diaria ha hecho milagros en mi vida, permitiéndome ver los problemas con mayor distancia, ayudándome a conseguir un estado de serenidad ante las dificultades, mejorando mi concentración en mi recuperación, ayudándome a discernir entre las cosas importantes o vanales en mi vida. Me ayuda mucho a controlar los estados de angustia y ansiedad que van asociados a la enfermedad, o lo que significa lo mismo a controlar el estrés. Para mi la meditación es una herramienta que me permite encontrar el camino de crecimiento personal que es necesario recorrer para salir de una enfermedad.

Existen muchas técnicas de meditación y pienso que todas son buenas. Es importante que la persona busque cuál puede adaptarse mejor a ella. A mí me inspiró mucho el libro "Sincrodestino" de Deepak Chopra y lo recomiendo a todas las personas que decidan empezar.

VISUALIZACIONES POSITIVAS: La visualización positiva es una técnica que consiste en imaginar todo aquello que queremos conseguir y además sentirlo con emociones, disfrutándolo. Es una especie de ensoñación consciente que de alguna manera va atrayendo a nuestra vida lo visualizado. Al igual que las emociones negativas tienen un efecto perjudicial en nuestro cuerpo, generando estrés y adrenalina por ejemplo, las emociones positivas también tienen un efecto pues crean un clima interno mejor, con sustancias que favorecen la relajación y la alegría.

Cada día, después de mi meditación, dedico un tiempo a imaginar mi cuerpo totalmente sanado. Es un tiempo en el que imagino todo lo que me apetece con detalles y me regodeo en esas visiones tan bonitas. Me imagino que de nuevo tengo la vitalidad y la voz totalmente recuperadas y me veo entre mis alumnos como antes. Me imagino que puedo mover bien todos los músculos que aún están tocados y puedo hacer las cosas que ahora no me lo permiten, me lo imagino y lo disfruto. También me imagino a mi misma teniendo el bebé que tanto deseo y que sé que ahora mi cuerpo no podría soportar. Espero con impaciencia el día en que todos mis sueños se vayan realizando.

También he creado una relación de apoyo y agradecimiento ( y no de lucha contra la enfermedad) con mi cuerpo. Soy consciente de los grandes esfuerzos que hacen todos mis órganos por restablecer el equilibrio perdido en mí. Soy consciente del mal uso que le dí durante años de extralimitarme y de no permitir escuchar los mensajes de socorro que me iba dando. Por eso me he centrado en esta etapa de mi vida en mimarlo todo lo que puedo haciendo un estilo de vida que le ayude a mejorar.

ESTILO DE VIDA: Son muchos los cambios de estilo de vida que he hecho en este tiempo. Y soy consciente de que si mi cuerpo ha mejorado tanto es precisamente porque en un momento dado comprendí que tenía que poner el cuidado de mí misma y de mi salud en el centro de mi vida y hacer girar todo lo demás a su alrededor. Muchos de estos cambios los he hecho muy poco a poco y todos me han costado esfuerzo, por el simple motivo de que cambiar hábitos es algo que nos cuesta a todos. Ahora bien, el cambio ha valido la pena y puedo decir que mi cuerpo ha mejorado gracias a todo el apoyo que le doy, día tras día. Los más importantes son:

- Ejercicio físico: Es muy importante hacer ejercicio físico moderado diariamente. No se trata de practicar un deporte extenuante, sino irlo adaptando a nuestras posibilidades. Un simple paseo de media hora diario puede hacer mucho por nuestra salud.

Cuando estaba tan afectada por la miastenia gravis mi objetivo mayor del día era dar un paseo de 20 min, que me dejaba exhausta. Poco a poco mi cuerpo ha ido recuperándose y ahora puedo hacer paseos de varias horas, bailar o montar en bicicleta!!

- Automasaje: Cada mañana realizo un pequeño automasaje que estimula y tonifica mis órganos principales para que empiecen el día dándo lo mejor de si mismos. También masajeo mis extremidades para activar los canales energéticos del cuerpo y aumentar mi vitalidad.

- Horarios de descanso regulares: me levanto temprano y me acuesto temprano. Duermo 8 horas diarias y además hago una siesta de 30-40min después de comer. Aproximadamente en las mismas horas todos los días. Muy ocasionalmente hago excepciones, pero por lo general no salgo de noche ni hago desfases grandes en los horarios de un día y otro.

- Horarios regulares de comida: es importante para no someter al cuerpo a esfuerzos extraordinarios. Ceno además temprano cada día para ir a dormir con la digestión terminada (esto es un mínimo de 2h después de cenar), lo que permite a mi cuerpo descansar mejor y activar los procesos de reparación más importantes que suceden durante la noche.

- Frotar la piel con una toalla de algodón húmeda de agua caliente: Este pequeño ejercicio de higiene personal permite limpiar la piel en profundidad a la vez que activa los circuitos energéticos del cuerpo. La piel es uno de los principales órganos de eliminación del cuerpo y necesitamos tenerla en buen estado si queremos mejorar la salud.

- Observo cuáles son mis límites y los respeto: Respeto a mi cuerpo procurando no someterle a esfuerzos para los que no está preparado en un momento dado. Si mi energía no es mucha procuro dormir y descansar más, en vez de agotarme para cumplir con una lista de actividades que previamente me había propuesto. En este punto cuento con mucha ayuda pues mi familia me apoya quitándome responsabilidades para que pueda recuperarme y además cuento con una asistenta que realiza las labores de la casa más pesadas. Procuro no tener estrés.

Este punto es uno de los que me cuesta más trabajo pues como soy una mujer joven siempre me exijo más y me cuesta mucho aceptar que tengo límites que una persona con salud no tendría. Pero es un trabajo que las personas que tenemos miastenia tenemos que enfrentar por nuestro propio bien.

- Orden dentro y fuera de mi cuerpo: Muchas veces pienso "Raquel, si quieres que tu interior se ordene, que tu sistema autoinmune no se confunda, tienes que darle ejemplo en todas las actividades de tu vida". Por eso me ayuda tanto tener la casa ordenada y limpia, y también hacer una alimentación ordenada y limpia. Ya he comentado antes que practico macrobiótica y esto entre otras cosas significa comer alimentos de la estación, sin químicos (de agricultura biológica) y sólo cosas naturales.

- Ropa de fibras naturales: La piel es nuestro órgano más grande del cuerpo. En una persona adulta puede pesar unos 4kg. Tiene una importante función excretora y de eliminación de tóxicos. Por eso pienso que es muy importante facilitarle su trabajo usando sólo tejidos naturales, como algodón o lino, que permitan una correcta transpiración y no se carguen eléctricamente generando campos que puedan alterar el correcto flujo de energía por nuestros canales energéticos.

- Colchón de fibras naturales: los colchones de látex natural o los futones de algodón son los más adecuados para preservar la energía del cuerpo. En enfermedades como la miastenia gravis, que normalmente se manifiestan con una falta grande de energía vital es importante cuidar estos aspectos. Otras consideraciones en el dormitorio son usar ropa de cama de algodón y no tener aparatos electrónicos conectados durante la noche pues generan campos electromagnéticos que pueden desequilibrarnos.

- Higiene personal: utilizo productos para la higiene personal naturales, como jabones sin perfume o químicos, champús sin colorantes y este tipo de cosas. No uso colonias pues están hechos con productos artificiales que darán trabajo a mi sistema inmunitario y a mis órganos que tendrán que eliminar sus tóxicos.

- Minimizar el uso del móvil, el ordenador y los ambientes muy artificiales: el móvil, el ordenador y la televisión desequilibran la energía de nuestro cuerpo y la desgastan. Cuando mi energía era tan débil y mis fuerzas tan escasas el sólo hecho de hablar por el móvil o estar en el ordenador 20 minutos me dejaban exhausta (como si me robaran la poca energía que me quedaba), por eso descubrí que realmente tienen un efecto desequilibrante en nosotros. Me ocurría igual al entrar en un centro comercial, con el ambiente poco ventilado, las luces de fluorescentes, los ruidos y todos los tóxicos de los productos que se venden.

Ahora que estoy mejor puedo permitirme entrar en las tiendas o escribir al ordenador sin cansarme de ese modo, pero no olvido el coste al que me someto al hacerlo y procuro exponerme lo mínimo posible.

Por eso, pienso que en personas muy enfermas es mejor evitarlos para ayudar al cuerpo a gestionar mejor sus energías y poder utilizarlas en recuperar la salud. Estar en la naturaleza, por el contrario, recupera las energías del cuerpo y nos revitaliza. Pasear por el parque, por el campo, por la playa o cualquier otra actividad al aire libre nos conecta con la salud.

Estos son los puntos principales que he trabajado para mejorar mi salud. En todo este tiempo se ha despertado en mi una gran capacidad de observación que me ha permitido ir descubriendo y aprendiendo cómo reacciona mi cuerpo ante los estímulos. Espero que sean de inspiración para otras personas que estén en el mismo camino.

sábado, 4 de julio de 2009

Raquel - el diagnóstico

En marzo de 2005, fuí a urgencias del hospital Clínica Moncloa de Madrid. Mi ojo derecho estaba caído y no podía abrirlo ni cerrarlo del todo. Durante ese invierno estuve muchas veces resfriada y lo achaqué al cansancio y al último resfriado que aún no se había recuperado del todo. Pero mi madre insistió que antes de hacer el viaje que teníamos planeado a Londres por Semana Santa visitase al médico. En urgencias me hicieron un TAC craneal y me diagnosticaron parálisis facial, me pusieron un tratamiento a base de corticoides durante dos meses, que no mejoró casi nada la situación.

En este mismo periodo de tiempo mi voz empezaba a fallar, empezaba a costarme trabajo hablar y cuando este síntoma aparecía tenía que callar por un tiempo para sentir que mi voz se recuperaba ligeramente. Como mi profesión es profesora de secundaria y estaba haciendo mi primer año en prácticas, achacaba este síntoma al esfuerzo tan enorme que tenemos que hacer los profesores con la voz. En mi caso, al ser mi primer año de trabajo, pensé que mi voz sufría más que otras debido a la falta de práctica y al cansancio y estrés acumulados en los últimos años de mi vida. Asistí al otorrinolaringólogo en varias ocasiones que me diagnosticó faringitis y me dió la baja por unos días. Tras el descanso me encontraba un poco mejor pero al volver al trabajo la voz empezaba a "desgastarse" de nuevo. Se volvía una voz nasal y con un toque gangoso. En abril y mayo algunos días me costaba mucho acabar mis clases. además, la supuesta parálisis facial empeoraba, y mis ojos y boca adquirieron un aspecto raro. Mi sonrisa se iba transformando en una mueca distinta.

Estuve en varias ocasiones más en el otorrinolaringólogo. Lo que ocurría era que cuando asistía al médico, fuera del horario de trabajo, mi voz se había recuperado con el descanso y parecía normal. Así el médico me mandaba medicinas pero no quería darme la baja por un tiempo mayor. Me hicieron tres laringoscopias sin ver alteración ninguna en el funcionamiento de mi garganta. Empecé a tomar distintos medicamentos para la faringitis, incluidos antibióticos, sin obtener mejoría alguna. En junio fui de viaje fin de curso con 50 alumnos de 16-18 años y otra compañera. Este viaje fue agotador (por decir alguna palabra que se encuentre en el diccionario) y ya no podía casi hablar. Ella tuvo que hacer casi todo el trabajo porque mi voz salía a duras penas de mi garganta, era totalmente gangosa y se escuchaba en un susurro.

Tras varias visitas al médico y al ver que mi problema con la voz no mejoraba este me diagnosticó faringitis y afonía y me dijo que me mejoraría durante el verano, otra vez cambió el tratamiento. Había algo extraño porque si dejaba de hablar por un tiempo mi voz "se recuperaba" un poco.

Por otro lado la parálisis facial no mejoraba. Mi cara se volvió más estática, podía sonreír con dificulttad y me costaba comer (masticar, mover la comida con la lengua, tragar). Me daba vergüenza comer con amigos porque en ocasiones la comida se me caía de la boca y no podía comer con la boca cerrada. En el último trimestre del curso busqué un neurólogo en Sevilla y me realizaron dos electromiogramas que mostraron que el nervio óptico no estaba funcionando correctamente. Aumentaron la dosis de corticoides durante dos meses más. Y me dijeron que este problema solía remitir sin complicaciones en el periodo de 2 a 4 meses, sólo tenía que esperar.

En julio fui a Madrid, donde había comprado un piso con mi novio un año y medio antes. Visité a otros especialistas para obtener otras opiniones. El nuevo otorrinolaringólogo me hizo otra laringoscopia y me recetó vacunas por vía oral para tomar durante tres meses. Tomé las vacunas durante todo el verano y al ver que no habían hecho ningún efecto el médico me comentó que estas vacunas podrían ser efectivas a veces a largo plazo (quizás un año o más). En Madrid visité también a otro neurólogo para la parálisis de mi cara. Me dio ánimos diciendo que sólo era cuestión de tiempo y me aconsejó realizar gimnasia facial. Hice esta gimnasia 1h cada día durante todo el verano sin ningún resultado.

Durante ese verano los síntomas empeoraron, en agosto no podía hablar, mi voz era muy débil y no se entendía, me pasé más de un mes escribiendo en una pequeña libreta para comunicarme con los demás. Me costaba un esfuerzo enorme sacarla. En Madrid fui a un logopeda, que determinó que era problema de que no sabía utilizar mis cuerdas vocales. Asistí a sesiones de logopedia que no mejoraron mi estado. En septiembre no pude incorporarme a mi trabajo. Me sentía muy triste, todos los médicos insistían en que era cuestión de tiempo mi mejoría pero la realidad era que cada vez estaba peor. Tenía dificultades para hablar, masticar, tragar, sonreír, abrir o cerrar del todo los ojos. En muchas ocasiones lloraba de impotencia porque nadie parecía ver mi empeoramiento. Además me sentía muy cansada, quería hacerme pruebas para la anemia.

En septiembre se casó una de mis hermanas. El día de su boda mi cara estaba extraña, como desfigurada. Muchos de mis familiares y amigos se quedaron preocupados con mi expresión. Recuerdo a una amiga de mi hermana que me preguntó muchas veces ¿te encuentras bien? ¿estás cansada?. Apenas pude comer en la cena. Suponía que no sería bueno para mi el vino y ni lo probé. Ese día mi madre supo que era algo más que una parálisis facial lo que me estaba ocurriendo, intuyó que era algo serio y que yo necesitaba ayuda. Recuerdo como al día siguiente me llamó y me dijo "Raquel, no te preocupes más, vamos a buscar y a encontrar qué es lo que tienes de verdad. Yo te voy a ayudar y voy a hacer contigo todo el camino, ya no vas a estar sola."

Mi madre tuvo la intuición de que todos mis síntomas podrían estar relacionados. En Sevilla busqué otro otorrinolaringólogo y le comentamos esta intuición. Hizo otra laringoscopia y nos dijo que todos mis síntomas podrían ser la consecuencia de un problema neurológico. Buscamos otro neurólogo (pues el primero insistía en la parálisis facial) y me hicieron las pruebas de la miastenia gravis: TAC de torax y cuello (para buscar un posible timoma), análisis de sangre con anticuerpos de acetilcolina y antimusk liso, electromiograma en los músculos de la cara. Las pruebas mostraron la existencia de anticuerpos de acetilcolina en mi sangre por valor de 10nmol/l (y con el tiempo llegaron a 35nmol/l), cuando el valor de referencia de normalidad se encuentra entre 0.2-0.4nmol/l. Diez meses después de los primeros síntomas tuve mi diagnóstico.

Mi neurólogo fue muy brusco al darme la noticia de mi diagnóstico. Me sentenció diciendo que tendría por unos 5 o 6 años calidad de vida. Que durante estos años podría trabajar y que el tratamiento inicial era con mestinón. Pero que luego la medicina iría perdiendo efecto con el tiempoa la vez que la enfermedad iría progresando y que tendríamos que recurrir a tratamientos más agresivos con inmunosupresores, con plasmaféresis, con corticoides. Mi médico me recetó mestinón y me dijo que en un mes o dos podría volver a mi trabajo.

No sabía nada de la miastenia gravis. Lo poco que me atreví a leer en internet me asustaba tanto que me bloqueé pero me agarraba a las palabras de mi neurólogo sobre que la miastenia gravis no es una enfermedad tan grave y que con el tratamiento se puede hacer una vida totalmente normal al menos hasta que vaya progresando. Me hacía ilusión poder hablar y sonreír de nuevo y trataba de no pensar mucho en el futuro pero me desilusioné enormemente cuando comprobé que el mestinón no borraba mis síntomas, sólo los suavizaba un poco. Aunque me ayudaba seguía con dificultades para hablar, masticar, tragar, sonreír y mi falta de vitalidad era cada vez mayor. Los meses pasaban y mi ilusión de incorporarme al trabajo se iba desvaneciendo poco a poco.

A pesar de no tener timoma mi neurólogo me aconsejo una timectomía. Me comentó que la timectomía consiste en "quitar un pellejito que no sirve para nada y que está liberando toxinas" que "la operación es muy sencilla y no tiene inconvenientes" y que "en muchos casos las personas mejoran o incluso se curan". Visitamos al cirujano que nos recomendó. El cirujano confirmó su versión de "se quita el pellejito y vuelves a hacer una vida normal". Según ellos los efectos de la operación se harían sentir enseguida, y en pocas semanas podría incorporarme a mi trabajo.

Me daba pánico la operación. Mi madre y yo empezamos a leer todo cuanto pudimos sobre los pros y los contras de la timectomía, en internet y preguntando a otros neurólogos. Yo no me sentía preparada. Encontramos opiniones diferentes: a través de la asociación de miastenia de España nos informaron de que los efectos de la operación pueden tardar en dejarse ver de tres a cinco años. Además como toda operación supone ciertos riesgos. El timo (o "pellejito" según mi primer neurólogo) está en una zona delicada dentro de la caja torácica y es una glándula del sistema inmunitario. Encontramos que mucha gente operada como mi amiga Loreto y mi amigo Jesús María no se han beneficiado en nada de sus supuestos efectos y en ambos casos y tras la operación sus miastenias empeoraron enormemente. En el caso de Loreto empezó a sentir crisis respiratorias y en en caso de Jesús María su miastenia se generalizó. Claro que decir que fue causado por la operación de timectomía es un paso que yo no debería dar porque no puedo demostrarlo científicamente y según sus médicos este hecho no tuvo nada que ver. Hay una gran controversia en torno a este tratamiento para personas que como yo no tienen timoma. No hay una demostración muy clara de sus beneficios. Tenía mucho miedo. Mi neurólogo me presionaba y yo me sentía muy débil. Empecé a adelgazar y a tener depresión.

Me sentía culpable, culpable de tener miedo y no poder dar el paso de operarme, que según mi neurólogo era la solución definitiva. Según este médico yo era la que estaba complicando demasiado la situación y eran mis problemas psicológicos los que no me estaban permitiendo hacer una vida normal. Empecé a asistir a sesiones de psicoterapia y a tomar medicación para la depresión.

Mi familia sufría por mí y yo no acababa de creerme que todo esto me estuviera sucediendo. Justo cuando acababa de conseguir lo que tantos años atrás había soñado, justo cuando disfrutaba del trabajo, de la situación económica y de la situación personal por la que tanto había trabajado. Y sólo con 32 años, en lo mejor de mi vida y de mi juventud.

Entonces mi madre empezó a buscar algo que pudiera ayudarme, lo que fuese. Aprendió a manejar el internet y buscaba en el área de la alimentación, de las terapias alternativas. Estaba dispuesta a llevarme a los mejores especialistas de España y del extranjero. Y entonces empecé un tratamiento con acupuntura (con tres sesiones a la semana) y otro tratamiento con macrobiótica. Estos tratamientos y cómo me han ayudado los cuento en la cuarta parte de este testimonio (mi vida actual y tratamientos).

Unos meses más tarde, sobre enero de 2006, al año y medio de su comienzo, mi miastenia se generalizó. En sólo dos semanas empecé a sentir que mis manos y mis brazos perdían fuerza, mis piernas, mis dedos, mi vitalidad era muy baja y me costaba un esfuerzo tremendo hacer pequeñas cosas como peinarme, lavarme los dientes o vestirme, abrir la puerta de mi casa, coger objetos... Esta fue mi peor etapa. Mi marido trabajaba en Madrid y yo estaba en Sevilla, así que mi madre me sugirió ir a vivir con ella porque necesitaba ayuda en mi vida cotidiana. Mi madre cuidó de mi por más de un año, encargándose de todo: lavaba, hacía la comida, hacía la limpieza de la casa, compraba las medicinas, todo. Mis situación entonces era:

  • Debilidad extrema, falta de vitalidad extrema. Sólo hacer un paseo de 15min diarios me resultaba extenuante. Necesitaba de 2 a 3 siestas durante el día para recuperar mi cansancio. Algunas cosas me robaban mucha energía y acentuaban mi cansancio tan acusado: estar cerca de un ordenador más de 20min me dejaba exhausta, o de la televisión, el uso del teléfono móvil, estar en un ambiente artificial como un centro comercial o algunas tiendas con luces fluorescentes, usar joyas o adornos (ni unos pequeños pendientes), dormir en un colchón de muelles. Evitaba todas estas situaciones.
  • Falta de fuerza muscular en extremidades y manos. Me costaba mover los dedos para escribir en el ordenador, para coger un lápiz o los cubiertos de comer, no podía abrir una puerta con llave, no podía coger peso (ni siquiera un bolso). No podía levantar los brazos ni las piernas, me costaba subir escaleras.
  • Falta de fuerza muscular en los músculos de la cara. Dificultad grande para abrir o cerrrar los ojos completamente, con visión doble en algunas ocasiones, para masticar y tragar (tardaba a veces más de 1 hora y media en comer y otras tenía que comer sólo purés), imposibilidad de reír o sonreír (mi cara siempre estaba estática), a veces imposibilidad de hablar. Durante un año y medio no tuve sonrisa para agradecer a las personas que me cuidaron con tanto amor y esmero todo lo que estaban haciendo por mí. Esto era lo que me resultaba más duro de llevar.
  • Emocionalmente tenía muchos altos y bajos. En momentos en que los síntomas eran más agudos mi ansiedad crecía proporcionalmente. Cada día era una sorpresa porque quizás ese día no podía escribir o hablar y al otro sí. Me costaba subir escaleras, caminar, levantar los brazos o coger algún objeto y tardaba mucho tiempo en comer. Tenía que hacer descansos en medio de la comida porque en varias ocasiones me atraganté con un riesgo alto de asfixia (pues no era capaz de toser con normalidad). Parecía que en situaciones "inofensivas" había muchos peligros para mí. Yo soy una mujer alegre pero aunque quisiera expresarlo no podía sonreír. No os podéis imaginar el aislamiento que de sentía. No podía casi relacionarme y de alguna manera no era capaz de aceptar todo lo que estaba sucediendo en mi vida.

Teníamos la esperanza de que con la acupuntura y la macrobiótica mi vida mejoraría y eso fue lo que nos mantuvo a flote en ese tiempo tan difícil. Empecé a trabajar con visualizaciones de mi cuerpo sanando y de mi misma haciendo una vida con salud y felicidad . estas imágenes me daban mucha fuerza. La esperanza nos salvó cuando no contábamos con otros recursos. Me organicé lo que yo llamo una "vida curativa", adaptada a mi situación de entonces y pensada para ayudar a mi cuerpo a recuperar la salud. Pero esta etapa y cómo todas estas terapias han mejorado mi vida lo cuento con más detalle en la cuarta parte de esta historia.

viernes, 3 de julio de 2009

Raquel - Vida anterior

Hola mi nombre es Raquel y ahora tengo 36 años. Me he decidido a contar mi historia por si sirve de inspiración a otros, que como yo se encuentren en la búsqueda de una mejoría de su calidad de vida. Mi intención no es contar penas, sino de alguna manera compartir el camino de crecimiento personal que empecé hace ahora cuatro años y medio. Como la historia tiene muchos detalles la he dividido en varios capítulos, para que sea más fácil leerla. Y este es el primero, en el que voy a contaros cómo era mi vida hasta el comienzo de mi enfermedad: miastenia gravis, que empezó a manifestarse en marzo de 2005 cuando tenía 31 años.

Me defino como una persona muy alegre y vital, positiva y soñadora, muy trabajadora y responsable. Me gusta mucho viajar, leer y estar con los amigos, también soy familiar y cariñosa. Tengo cuatro hermanos y mi infancia fue feliz. Estudié en Sevilla ingeniería informática y cuando terminé estuve trabajando para varias empresas del sector en Sevilla, Barcelona y Madrid (donde viví cuatro años). Fueron unos años divertidos y de muchas experiencias, viajé mucho e hice muchos amigos. Me sentía como un pájaro libre después de los años que había pasado estudiando en la universidad. Mi carrera de ingeniería me había dejado poco tiempo libre, incluso en verano, así que todo lo que estaba descubriendo era nuevo y fascinante para mí. Sentía que tenía la vida por delante, y además estaba contenta con mi nueva independencia, con mi trabajo y con mi nueva ciudad. Me sentía afortunada pero mi sueño más grande era trabajar como profesora en un instituto así que durante varios años trabajé y estudié oposiciones al mismo tiempo.

En este tiempo conocí al que ahora es mi marido, en Madrid. Entonces vivía en un piso alquilado y él también. Quedábamos pequeños ratitos en la semana, aprovechando los descansos de mis estudios. Estos años fueron duros y un poco estresantes porque después del trabajo estudiaba hasta la madrugada e incluso aprovechaba los trayectos del metro y los fines de semana para ir avanzando en el temario. Tenía mi vida muy organizada en todos los aspectos, mis horarios programados me delimitaban mi tiempo de estudio, de ocio, de deporte, de amigos. La verdad es que fue duro en un aspecto pero la ilusión con la que viví mi preparación para poder trabajar de profesora no la cambio por nada. También fue un tiempo de sueños y de proyectos. Me presenté dos veces a la oposición de secundaria (más de tres años de preparación) hasta que conseguí mi plaza ¡Nunca olvidaré el día que supe que iba a ser profesora! Era mi gran sueño...

Y en el año escolar 2004-2005 hice mi año de prácticas en un instituto de secundaria de Sevilla como profesora de informática. Estaba ilusionada y muy contenta. Nunca en mi vida he trabajado tanto, me entregué a mis alumnos y cada día preparaba actividades y juegos para ellos, intentando ser la mejor profesora que podía a pesar de mi inexperiencia, con toda mi energía e ilusión. Me encantaba mi trabajo. Fue difícil pero también muy motivador, mis alumnos me enseñaron muchísimo. Preparé todas mis asignaturas desde la nada elaborando exámenes, temas, ejercicios, llevé el mantenimiento y la gestión del aula de informática del centro, organicé un curso para 30 profesores de diseño de páginas web y por último me llevé a 50 alumnos de 16 años al viaje de fin de curso. Trabajaba incluso los fines de semana.. Fue un año agotador pero era tanto lo que había soñado este trabajo y tantas las ideas que tenía que quería apuntarme a todo, quería aprender más y más. En las encuestas que pasé al final del curso a mis alumnos para la evaluación de mi trabajo me dejaron cariñosas muestras de afecto y valoraron positivamente el esfuerzo que había invertido en ellos. No podía ser más feliz.

Pero ese año empezaba a sentirme muy cansada. Durante el invierno cogí varias gripes, y muchos resfriados, empezaba a tener frecuentes dolores de cabeza, tos, dificultad para descansar bien por las noches, infección de orina, infección de muelas... Estuve varias veces de baja por faringitis y afonía. Y en el último trimestre del curso empecé a tener unos síntomas más extraños, que achacaba al agotamiento y al esfuerzo realizado en mi trabajo y al estrés de los últimos años. Mi voz empezaba a volverse "gangosa", más difícil de entender, y me costaba trabajo hablar. Además empecé a notar que mi lengua no manejaba con facilidad los alimentos en la boca, y mi sonrisa se quedaba más pequeña, como si no pudiera sonreír del todo, también mis ojo derecho estaba más caído haciendo en mi cara una mueca asimétrica.

Acabé el curso a duras penas, no quería darme de baja porque sabía que aunque mandasen un sustituto yo era la única persona que podía evaluar el trabajo de todo el año de mis alumnos, era la única que los conocía uno a uno. Así que aguanté el tirón, haciendo algunas clases escritas en la pizarra y explicando un poco menos de teoría. Me sentía muy cansada y sospechaba que podía tener anemia o algo así.

Tardamos muchos meses en descubrir que padecía una miastenia gravis. Fueron meses de mucha preocupación, también de angustia al ver que mi estado empeoraba progresivamente y ningún médico acertaba con el tratamiento para mi recuperación. La verdad es que cuando tuve el diagnóstico sentí un gran alivio pues los meses anteriores fueron muy difíciles para mí. Alivio por un lado y miedo por otro cuando empecé a comprender qué es la miastenia gravis. Todo este camino lo cuento en la segunda parte de esta historia.

miércoles, 1 de julio de 2009

Endulzantes para todos.

El siguiente artículo, publicado en el número 37 de la revista "Actualidad Ecológica" de la asociación andaluza CAAE, y escrito por nuestra consultora macrobiótica Mati Navas Fernández, explica las opciones de endulzantes naturales alternativas al azúcar y otros endulzantes químicos que tanto daño hacen en nuestra salud.

Ver ARTÍCULO.

Espero que les guste.

Aceites saludables y ecológicos.

El siguiente artículo, publicado en el número 36 de la revista "Actualidad Ecológica" de la asociación andaluza CAAE, y escrito por nuestra consultora macrobiótica Mati Navas, aborda el tema de las características más importantes a saber a la hora de elegir aceites de buena calidad.

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Espero que les guste.

Las legumbres y otras proteínas vegetales.

El siguiente artículo, publicado en el número 35 de la revista "Actualidad Ecológica" de la asociación andaluza CAAE, y escrito por nuestra consultora macrobiótica Mati Navas Fernández, explica las diferentes opciones vegetales que tenemos a la hora de cubrir nuestras necesidades protéicas en nuestra comida diaria.

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Espero que les guste.

Verduras ecológicas: potencial de bienestar.

El siguiente artículo, publicado enel nº34 la revista "Actualidad Ecológica" de la asociación andaluza CAAE, y escrito por nuestra consultora macrobiótica Mati Navas Fernández, aborda el tema de la importancia de consumir verduras ecológicas de calidad.

Ver artículo AQUÍ.

Espero que les guste.

Los cereales integrales y la salud.

El siguiente artículo publicado en el número 33 de la revista "Actualidad Ecológica" de la asociación andaluza CAAE, nuestra consultora macrobiótica, Mati Navas Fernández, expone manera clara los beneficios de incorporar a nuestra dieta los cereales integrales.

Ver ARTÍCULO.

Espero que les guste.