domingo, 5 de octubre de 2008

Medicina Cuerpo-Mente, Medicina Energética.

El interés por el papel de la mente en la curación está volviéndose mayor hoy en día, en gran medida como resultado del enfoque predominántemente materialista de la medicina alopática moderna. Las historias de curaciones por la fe (como las que se registran en Lourdes), la investigación en el efecto placebo y los relatos personales que describen los beneficios de la reducción del estrés, el humor y la visualización positiva para la recuperación de la enfermedad, han desafiado la noción del cuerpo-mente separados.

Esta noción tuvo su origen en las artes curativas durante el siglo diecinueve, cuando los doctores alopáticos buscaron establecer la credibilidad científica adoptando el modelo de realidad propuesto por los físicos clásicos. Según dicha visión, basada en la separación arbitraria de mente y materia llevada a cabo por Descartes, el universo es una máquina bien engrasada que funciona según las leyes mecánicas precisas. Apenas se dejaba lugar para la mente o conciencia humana en este grandioso esquema mecánico. La conciencia fue, por tanto, situada "fuera" de la naturaleza, como si existiese como parte de un reino separado.

Conforme la medicina alopática adoptaba este punto de vista "científico", la curación se convirtió menos en un arte humanista y más en un ciencia impersonal. Se volvió menos espiritual y más materialista, menos comprensiva y más especializada, menos natural y más artificial, y menos dependiente de las propias capacidades autocurativas del cuerpo y más dependiente de la intervención externa. Junto con la nueva idea de "cuerpo-máquina" vino la noción de que la enfermedad surgía de causas puramente físicas. Dado que la mente es invisible e intangible, su influencia sobre el cuerpo (y sobre el proceso de curación) se desestimó absolutamente. Más aún, de acuerdo con este esquema estrictamente materialista, la mente o conciencia se consideró como algo que surgía del operar físico del cerebro. El espíritu humano fue así confinado por el cerrado sistema materialista de los físicos del siglo diecinueve.

Conforme esta visión arraigó, la ciencia médica inició una búsqueda intensiva de los agentes físicos de la enfermedad. El papel de la mente para determinar el estilo de vida y comportamiento de cada persona ( y por tanto su estado de salud) fue considerado menos importante que el papel de agentes físicos como las bacterias o los virus. Estos organismos microscópicos fueron considerados incluso más importantes que la condición de la persona en su conjunto, a la que Claude Bernard, un prominente disidente de este punto de vista en el siglo diecinueve, se refería como el "terreno" biológico de un individuo. La gente fue apartada de su poder innato de curación. La curación dejó de verse como el estado natural de la humanidad, para ser considerada más bien como algo dependiente de que un individuo tuviese acceso a la ciencia y la tecnología médicas, poniendo así en marcha un ciclo de codependencia.

Sin embargo, durante la primera parte del siglo veinte, el modelo teórico sobre el que se basaba esta visión se empezó a colapsar. Nuevos descubrimientos en el dominio de la física pavimentaron el camino para paradigmas de la realidad más comprensivos y dinámicos. Uno de ellos fue el descubrimiento de que en el mundo de los electrones, protones y otras partículas subatómicas, la conciencia del observador no sólo influencia sino que puede también crear el fenómeno que está siendo observado (mecánica cuántica).

El descubrimiento de que pensamientos y emociones juegan un papel importante en la salud y la curación, un hecho conocido por los sanadores tradicionales durante siglos, ha revelado los límites del modelo de salud y enfermedad basado en la separación de cuerpo y mente. Se ha visto que la relajación mental, una visión positiva de la vida, una fuerte voluntad de vivir y buenas relaciones humanas, influencian todas ellas el proceso de curación. Se ha visto por otro lado, que emociones negativas como la ansiedad, la depresión y el temor inhiben el sistema inmunitario y nuestra capacidad de autocuración. Se ha encontrado que emociones positivas como el amor, la esperanza y la confianza estimulan la función inmunitaria.

Los investigadores que buscaban descubrir cómo influencia la mente a la salud física han tendido a concentrarse en los senderos bioquímicos a través de los cuales influencia el cerebro las diversas funciones corporales. Las expectativas positivas despertadas por un placebo, por ejemplo, se considera que estimulan la corteza cerebral, la que a su vez activa el sistema endocrino, incluyendo las glándulas adrenales. La acción de las hormonas adrenales afecta a su vez a los órganos y funciones del cuerpo. Las expectativas positivas pueden también activar el sistema nervioso autónomo, y activar o inhibir así diversas funciones corporales. Pueden asimismo estimular al cerebro para que secrete sustancias químicas conocidas como endorfinas, que tienen el efecto de reducir la percepción del dolor.

Pensamientos, estados de ánimo y emociones afectan también la secreción cerebral de sustancias químicas que transmiten mensajes entre las células. Estos mensajeros químicos son transportados por neurohormonas que viajan a través de la red de células nerviosas de todo el cuerpo. Estas sustancias químicas son atraídas hacia receptores especializados de la superficie de las células corporales y estimulan o inhiben la actividad de la célula.

Los sistemas nervioso e inmunitario están también estrechamente relacionados. Órganos como el bazo, la médula ósea, los ganglios linfáticos y la glándula timo, donde se desarrollan y maduran las células del sistema linfático, están ricamente dotados de terminaciones nerviosas. Más aún, las células inmunitarias contienen numerosos receptores para los neurotransmisores, neurohormonas y neuropéptidos secretados por el cerebro y el sistema nervioso. Así, estimulando la liberación de estos productos químicos, los pensamientos y emociones pueden potencialmente activar o inhibir la respuesta inmune.

El sistema nervioso no es el único canal a través del cual pensamientos y emociones afectan al cuerpo. Pensamientos y emociones existen en forma de ondas de energía que viajan a través de una red invisible que se extiende por todo el cuerpo y que conecta todas las células. Hasta hace poco la medicina moderna no fue consciente de este sistema energético invisible. Este concepto no se había encontrado hasta que los investigadores comenzaron a estudiar los sistemas curativos tradicionales de Oriente, donde el sistema energético invisible del cuerpo fue conocido y utilizado durante miles de años. Este sistema, compuesto de meridianos, ramas de meridianos y chakras, puede contener la clave para comprender la interacción entre mente y cuerpo. Después de todo, la conciencia humana es un fenómeno invisible y energético. Tratar de entenderla en términos de los efectos bioquímicos que produce es como tratar de entender cuál es el aspecto de una persona examinando sus huellas sobre la arena. A fin de crear un paradigma verdaderamente holístico, necesitamos abarcar y comprender el concepto tradicional de energía. El sistema energético del cuerpo representa la nueva frontera de la salud y la curación. Contiene la clave para unificar mente y cuerpo, espíritu y materia, y conciencia y salud.

(Extraído del libro "Salud Holística con la Macrobiótica" de Michio Kushi y Edward Esko, editorial EDAF).

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