martes, 10 de junio de 2008

El amargo dulce del azúcar

Comenzaremos afirmando algo que probablemente os sorprenderá. En todas las corrientes que trabajan a favor de una alimentación más sana se habla de lo pernicioso de los aditivos, los contaminantes o los pesticidas. Pero la toxicidad de estos es ridícula en comparación con la del azúcar, sobre todo por el abuso que de ella se hace.

El azúcar de caña tiene un origen remoto, posiblemente en China o India. En estas culturas estaba reservada para la corte y clases privilegiadas para usar como medicina. Hasta bien entrado el siglo XIX, con el desarrollo de las plantaciones y la implantación industrial de los métodos del extracción del azúcar de la remolacha, no se popularizó su consumo en la alimentación humana.

La palabra azúcar tiene dos significados:

1- el popular, esa materia blanca o marrón extraída a partir de la caña o de la remolacha, cuyo único componente químico son moléculas de sacarosa (glucosa condensada con fructosa).

2- los azúcares, palabra que se utiliza para designar a todas las moléculas formadas por unidades de glucosa y/o fructosa presentes en los alimentos y que reciben distintos nombres dependiendo de su estructura química, por ejemplo, fructosa (presente en la fruta), lactosa (en la leche), glucosa (en la sangre y en las uvas), almidón (en las patatas y cereales).

Estos dos significados no deben confundirse, pues para nuestro organismo no es lo mismo comer sacarosa pura o cualquier otro azúcar puro, que consumir un alimento que lo contenga.

En el proceso de extracción de la sacarosa, no sólo se priva a la remolacha o a la caña de la fibra, sino también de minerales, vitaminas y oligoelementos. El contenido en sacarosa es alrededor de un 15% en la remolacha. (Es fácil comer 250 gr. de una tableta de chocolate, hecho con azúcar concentrado, pero para ingerir una cantidad equivalente de azúcar sería necesario comer algo más de kilo y medio de remolachas).

El azúcar moreno, a veces vendido como "azúcar integral", es una versión menos refinada que el azúcar blanco (no se ha limpiado tanto), con una insignificante cantidad de vitaminas y minerales y que contiene en mayor o menor medida contaminantes que provienen del proceso de la extracción industrial. Este tipo de azúcar no representa ninguna ventaja con respecto al azúcar blanco. Sólamente sería más beneficioso utilizar azúcar obtenido por liofilización del jugo de caña, el llamado azúcar de rapadura.

Muchas personas consumen cantidades excesivas de azúcar sin ser conscientes de ello y con total desconocimiento de sus peligros. Lo encontramos en las chucherías, las bebidas refrescantes, la bollería, los productos de pastelería, en los panes de molde, en las salsas preparadas, en los "cereales" del desayuno, en las conservas, en los embutidos, etc. La televisión, las revistas y los anuncios se encargan de ensalzar sus virtudes, silenciando la interminable lista de sus inconvenientes. Nos enloquece su sabor, nos sentimos eufóricos al llenarse nuestra sangre de glucosa, nos quita el hambre y nos da energía. Frente a tan enorme cara hay un silenciado enorme dorso.

El azúcar y las deficiencias de vitaminas y minerales: los nutrientes que acompañan a la sacarosa en la remolacha o la caña, son las herramientas que esta necesita para ser metabolizada. El organismo tendrá que "robarlos" de otros alimentos o de los propios tejidos creando un déficit de vitaminas especialmente del grupo B, de minerales (sobre todo de magnesio) y de oligoelementos.

El azúcar y los huesos: El azúcar produce al metabolizarse residuos ácidos para cuya neutralización sale el calcio de los huesos y dientes. Los huesos se debilitan y nos conducen con los años a la tan temida osteoporosis. Las golosinas no sólo producen caries por contacto directo con los dientes, sino que también "trabajan" en silencio desde dentro.

El azúcar y las infecciones: Una dieta rica en azúcares favorece la infección por parte de levaduras (por ejemplo la cándida albicans), bacterias y parásitos. La simple supresión del azúcar refinado permite a menudo terminar con las infecciones reincidentes o crónicas.

El azúcar y los lípidos: Cuando tomamos azúcar o productos elaborados con ella, ingerimos muchos carbohidratos en muy pequeño volumen. Esto nos permite introducir en nuestro estómago cantidades enormes de materiales calóricos en exceso, abocados a ser almacenados en forma de grasa corporal. Con el exceso de dulces no sólo vemos cómo sube la aguja de nuestra báscula, sino también el colesterol y otros lípidos de la sangre aumentarán haciéndonos candidatos de las enfermedades cardiovasculares.

El azúcar y los cambios en el estado de ánimo: contrariamente a los azúcares naturales, el azúcar refinado es absorvido muy rápidamente por el intestino delgado provocando una brusca hiperglucemia, que conduce a un estado de excitación física y psíquica y posteriormente una reacción de hipoglucemia que va acompañada de depresión mental, de cansancio físico (los desfallecimientos matinales y del mediodía) e incita a tomar estimulantes, que van a causar otra nueva hiperglucemia a la que seguirá horas más tarde otra nueva hipoglucemia. Estas alternancias en el porcentaje de azúcar en la sangre deteriora los mecanismos reguladores del metabolismo y agotan el sistema nervioso, lo cual conduce al cansancio, irritabilidad, agresividad y debilitamiento general.

El azúcar y el sistema nervioso: el azúcar tiene un efecto negativo sobre el sistema nervioso parasimpático y los órganos que rige. El cerebro se vuelve más pasivo y se disminuyen las capacidades intelectuales entre ellas la concentración mental.

El azúcar y el sistema inmunitario: el azúcar disminuye las defensas del organismo y neutraliza la acción inmunitaria de los glóbulos blancos. Aquí podemos plantearnos la cariñosa costumbre de llevar a un enfermo bombones.

Todos estos factores afectan muy negativamente a los niños. Los niños golosos van de la hiperactividad exagerada a la melancolía, tienen más caries dentales y son más propensos a las infecciones. Sin embargo los efectos a largo plazo de una dieta "dulce" pueden ser bastante más preocupantes que las consecuencias inmediatas. La hipoglucemia juvenil puede ser el preámbulo de la delincuencia, las drogas, el alcohol y las depresiones del adulto. La infección crónica de Cándidas derivada del consumo excesivo de azúcar o antibióticos puede originar problemas digestivos o energéticos de carácter vitalicio. Los niños que durante años abusan del azúcar tienen mayor riesgo de contraer diabetes, cáncer o enfermedades coronarias en la edad adulta.

Si piensa sustituir o reducir su consumo de azúcar le recomendamos que utilice endulzantes naturales, y se cuide bien de sustituirlos por los endulzantes artificiales tan de moda y mucho peores para la salud.

Probablemente a esta altura está asustadísimo o piense que somos radicales de una cruzada anti-placer. Pero no se trata de eso, todas estas son verdades probadas científicamente y las verdades deben ser dichas, para que por lo menos podamos tener conciencia de aquello que hacemos.

Les sugerimos la lectura del libro "Sugar Blues" escrito en los años 70 por un periodista americano casado con la fallecida actriz Gloria Swanson, William Dufty. Donde relata con bastante humor y rigor científico su odisea personal y la forma en que su salud física y emocional mejoraron cuando comenzó a reducir el consumo de esta substancia.

NOTA: artículos relacionados: "Endulzantes artificiales" y "Endulzantes naturales".

(Fuentes: "El equilibrio a través de la alimentación" de Olga Cuevas y artículos de la web del Instituto Macrobiótico de Portugal, por Francisco Varatojo. )



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