Los pickles son una de las formas tradicionales de preparar alimentos. Intensifican el apetito, ayudan a la digestión y fortalecen los intestinos. Durante el proceso de fermentación , las enzimas y bacterias transforman el azúcar en los pickles en ácido láctico. El ácido láctico fortalece la flora intestinal.
Pueden hacerse con todo tipo de verduras, algas, frutas, pescado, marisco y hasta de flores. Además de ponerles sal, los pickles pueden añejarse con salsa de soja (shoyu), miso, salvado, harina de arroz integral, ciruelas umeboshi, vinagre de umeboshi, y otras sustancias.
Los pickles pueden ser cortos y rápidos, preparados en algunas horas o semanas. Los primeros, más livianos, son especialmente buenos en tiempo cálido y para quienes deben limitar la sal. Los pickles más fuertes toman semanas o meses para preparar y pueden conservarse varios años. Son buenos para comer todo el año, pero en especial, para los meses fríos o para las personas débiles o de poca vitalidad.
Los pickles añejados se guardan mucho tiempo sin deteriorarse y son una manera excelente de conservar alimentos de una estación a otra. Fáciles de transportar, son muy adecuados para viajes y excursiones. Si quedan demasiado salados, se pueden remojar media hora en agua fría antes de usar. Los niños requieren menos sal por lo que debe vigilarse de cerca su consumo de pickles.
La preparación de pickles en casa es una gran aventura. Puede tomar cierto tiempo saber ajustar la sal y otro condimento, la presión, el nivel de agua y otras variables, pero una vez aprendido, los resultados bien valen el esfuerzo. La variedad de pickles que podemos hacer es sólo limitada por nuestra propia imaginación.
(Información obtenida del libro "La Cocina de Aveline" de Aveline Kushi - publicaciones GEA)
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