Testimonio de Fran Cantó Camilo
(Colon irritable - noviembre 2011)
Mi nombre es Fran, tengo 30 años y soy profesor de clarinete. Estudié en Londres del 2000 al 2004 y en mi último año por esas tierras contraje una Giardiasis. Esta enfermedad consiste en el anidamiento en los intestinos de un protozoo llamado Giardia Lamblia. Esto puede ocurrir por tomar comida tropical en mal estado. La eliminación de estos gusanitos consistió en la ingesta de un antibiótico fortísimo llamado Metronidazol, que no sólo acabó con el protozoo, sino también con mi flora intestinal. Desde entonces empecé a tener diarrea crónica.
De vuelta a España empezó mi periplo de visitas a médicos especialistas en aparato digestivo. Tras numerosas pruebas de diagnóstico (ecografías, tránsitos y, por supuesto, colonoscopias) finalmente se llegó a la conclusión de que mi problema se llama Colon Irritable. ¿Cuánta gente puede haber catalogada con la etiqueta del colon irritable con características tan diversas? Tal y como dicen los médicos, cuando existe un mal funcionamiento del colon e intestinos sin alteración orgánica de los mismos la medicina occidental concluye que hay un Colon Irritable.
De cada una de estas consultas siempre salía con mi recetario lleno de antiespasmódicos y antidiarreicos que funcionaban sólo para los dos primeras semanas, cuando no empeoraban mi estado general. Sin embargo, en una cosa sí acertaron todos los doctores: “Deberás cuidar tu alimentación y el estrés de tu vida diaria”. Lo malo es que ante mi pregunta de “¿Cómo se hace eso?”, no me sabían responder.
Durante todo este tiempo empezó mi otro periplo: la búsqueda de terapias alternativas. Desde entonces he probado homeopatía, meditación, terapia cráneo-sacral, osteopatía, psicoterapia, kinesiología, reiki, acupuntura…De todos los especialistas de dichas terapias guardo el regusto de haber aprendido mucho. En particular me fascina la trascendencia de la meditación, el reiki y la psicoterapia. Creo sinceramente que tener una mente fuerte que sepa gestionar inteligentemente las emociones es muy importante también para la salud física. Sin embargo, mis diarreas no cesaron pese al cambio de actitud mental puesto que ya existía un deterioro considerable a nivel biológico. Intenté combinar el reiki y la meditación con la búsqueda de alguna pócima mágica que acabara definitivamente con el problema, pero esto no llegaba.
Cansado de buscar y buscar llegué a la conclusión de que seguía sufriendo diarrea crónica porque no era plenamente responsable de mi vida. Había comenzado el camino de la responsabilidad a nivel mental, pero le había estado dando la espalda a algo mucho más simple: la comida. Así que decidí visitar a un par de endocrinos. Esto fue sin duda una de las experiencias más vacías y frustrantes de todo este camino, pues ambos me dijeron que el colon irritable tenía que ver con el estrés y que lo único que podían darme era una dieta tipo que incluía de todo y el sabio consejo de que eliminara de la dieta aquello que me sentara mal. A esas alturas para mí era imposible distinguir lo que me caía bien de lo que me caía mal, pues el deterioro era grande y lo mismo podía tener diarrea con una manzana asada que con una tostada con manteca y lomo.
Un día un compañero de trabajo me habló de la macrobiótica y del instituto La Crisálida en Sevilla. Así que, con el apoyo de mi mujer decidimos ir a la clase básica de cocina y una consulta con Mati Navas. Este día fue el 27 de Noviembre del 2010, hace tan solo 11 meses. A partir de aquí lo único que puedo expresar es gratitud: gratitud infinita hacia Angela, mi mujer, un apoyo constante que ha demostrado un amor incondicional por mí; y hacia Mati, que me enseñó el camino hacia la salud y que es no sólo una buenísima consultora y cocinera, sino también gran persona y compañera de viaje.
A día de hoy puedo decir que no padezco de diarrea crónica. La diarrea en mí aparece muy de tarde en tarde dentro de cuadros agudos por infecciones u otras circunstancias extraordinarias. Además normalmente ya no tengo dolor abdominal, hinchazón abdominal, mi sistema nervioso es mucho más estable ni tengo altibajos de energía tan grandes como antes. Durante estos meses he perdido mucho peso, pero ya he recuperado unos kilos como Mati predijera sin cambiar la esencia de mi alimentación. No he padecido anemia ni nada por el estilo ya que Mati se aseguraba de que nutrientes como el hierro, vitamina B12, aminoácidos…estuvieran presentes a través del pescado, legumbres, las algas, la soja fermentada y las hojas verdes. Creo que hay un momento de inflexión (en mi caso fue entre los 6 y 8 meses) en el que, habiendo tocado fondo en cuanto al peso, mi cuerpo fue pidiéndome un poco más de apertura en cuanto a variedad de alimentos. Ahora puedo decir que hago una macrobiótica abierta. ¿y qué significa una macrobiótica abierta? Es la grandeza de saber darle al cuerpo lo que necesita. Es la grandeza de poder volver a un plato de azukis con calabaza y arroz integral (por ejemplo) el día después de una comida copiosa con amigos. Es la grandeza de poder tener a raya mis diarreas a través de un orden alimenticio sin renunciar a darse un capricho de tarde en tarde. Es la grandeza de haber encontrado la salud y haber reeducado mi instinto de alimentación. Quizás esto último es lo más importante pues, aunque no estamos exentos de poder enfermar de cuando en cuando, lo más importante es encontrar esa conexión interior que permite escuchar las necesidades alimenticias reales de nuestro cuerpo.
Para concluir veo necesario subrayar que los alimentos tienen una energía que a corto, medio y largo plazo tienen consecuencias decisivas en nuestro organismo. Es posible prevenir y curar enfermedades con hábitos tan simples como la alimentación sin tener que esperar la varita mágica del médico. En muchos casos (más de los que todos pensamos) la varita la tenemos nosotros mismos.
/Fran
franclarinete@hotmail.com